martes, 6 de enero de 2009

Décima entrega

Ya atardecía cuando alcancé las inmediaciones de Zeia. Me detuve un momento, disfrutando de los postreros rayos que escapaban al ocaso tiñendo la amplia extensión de Iruñerria que alcanzaba la vista.

Aún no sabía qué iba a decirle a mi amatxo. Los intensos cambios que había experimentado me facilitaban sobremanera la supervivencia en el bosque, pero no me ayudaban en absoluto en las relaciones interpersonales, por lo que había decidido que viviría en la borda, lo más aislado posible de mis congéneres. Concluí, apenado, que básicamente debía despedirme de mi querida madre; los frailes le permitirían mantenerse con su pequeño jornal mientras pudiera seguir colaborando en las tareas domésticas de la comunidad.

Si no fuera por fray Gervasio, el libidinoso administrador de las fincas del monasterio, el cual, acostumbrado a utilizar su poder para satisfacer sus bajos instintos no dejaba de acosar a mi madre, su vejez podría transcurrir confortablemente.

Me acerqué evitando la calle central, habitualmente más concurrida y me colé en el que hasta entonces había sido mi hogar por una ventana lateral dando un susto de muerte a madre, que estaba rulando la masa del pan. Enseguida me reconoció y, abalanzándose sobre mí, me abrazó entre una nube de harina que se posó sobre ambos como en un sueño.

- Martxel, ¡estás vivo! -sollozó. -¿Dónde has estado todo este tiempo?, ¿qué te ha pasado?

- No me preguntes, amatxo. No me gustaría tener que mentirte.

- Pero…, pobre hijo mío; veo sufrimiento en tu mirada y, ¿qué es esto? -añadió, acariciándole la gruesa barba.

Por toda respuesta, volví a acunarle entre mis brazos.

- No puedo quedarme aquí, ama. Pero no iré demasiado lejos; viviré en la vieja borda, al menos, por ahora. -añadí, posando dos dedos sobre sus labios para acallar la protesta que empezaba a surgir.

Acercándome a la repisa de la chimenea, cogí la pipa y la petaca, pensando qué podría llevarme que fuera prescindible en la casa.

- Voy a recoger algo de ropa… y también necesitaré el hacha y la azuela -farfullé.

En poco tiempo, preparé un atadijo y me lo eché a la espalda. Cuando volví a la estancia principal, mi madre estaba llorando frente al fuego. Alcancé la puerta y, sin mirarla, le dije:

- Agur amatxo; maiteko zaitut beti -y pasé decidido bajo el dintel.

Era ya la anochecida y no se veía a nadie, pero alcancé a oír el rumor de una sotana acercándose por el sendero, cerca del viejo roble.

- Hombre, ya has vuelto. Como sospechaba, al verte sin dinero, has abandonado a las fulanas para cobijarte en las faldas de tu madre.

Se trataba, cómo no, de fray Gervasio. No se le escapó a Martxel el tufo a vino que despedía su aliento.

- Debo advertirte que no pienso volver a arrendarte la pieza del ovejero. Ya estoy hasta los corvejones de vuestro estúpido orgullo y del poco agradecimiento que me demostráis tu madre y tú…

No le dejé terminar. Le sujeté con fuerza la cabeza de tal manera que me dio la impresión de que podría reventarla como una nuez y enfocando todo mi odio acumulado acerqué mi cara a la suya y le dije:

- Soy Martxel Otxoa, euskaro y hombre libre.

Y con un sencillo gesto, le rompí el cuello.

Se desplomó, reflejando en su rostro una expresión de horror absoluto. Se extendió un olor nauseabundo debido a que sus esfínteres se habían relajado dejando escapar la representación escatológica de su negra conciencia.

Pensé que, además de facilitar con este acto el futuro de mi madre, podría servirme también a mí. Le desnudé, soportando a duras penas la inmundicia, para quedarme con su hábito; quizás en un futuro podría convertirme en un respetable y próspero fraile.

Me alejé por la vereda, sintiendo en mi piel las primeras gotas traídas por el viento y escuchando, como una sentencia lejana, los truenos que anunciaban mi nueva condición de asesino.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

se joda el Gervasio!!!! por gerontofilico!!!!!
Toma ya el justiciero!!!!

PD: (la pieza del ovejero?)

Casa Musurbil dijo...

Bueno, gerontofílico... no te creas, que aún está de buen ver la moza con sus aproximadamente 45 tacos. Y eso que ha tenido un hijo... por lo menos.

Hmm, ¿es posible que aparezca por ahí algún/alguna herman@ de Martxelillo?

Anónimo dijo...

Ah... por mí... ponle la familia que te apetezca..

PD: casi mejor no mirar la esperanza de vida en aquellas epocas... (35-40?. Me suena que era menor que en el Paleolitico. Aunque claro, en un ambiente angelical y sobre todo aireado como el de Zeia..

Casa Musurbil dijo...

¡Pero eso sería la media, hombre!. Seguro que habría alguna abuelilla de 70 años o más, aún de buen ver :-)

Anónimo dijo...

Dios mio....

Anónimo dijo...

aammmoooossssss .... no escribe aqui nadie o que??????

Anónimo dijo...

¿como es el Martxel? Tienes que describirlo mejor. Ya estoy soñando con el. Aunque necesite una sesión de depilación imagino que estara cachas el rudo pastorcillo.

Casa Musurbil dijo...

Ya voy poco a poco; estoy en ello. Enseguida va la Undécima, chic@s