viernes, 26 de septiembre de 2008

Segunda entrega

Aquella bestia descendió por la sima cuidadosamente, arrastrándome con él. Aunque sólo podía valerse de una mano, pude comprobar que también utilizaba los dedos de los pies, prensiles y rematados por unas fuertes uñas, las cuales originaban un castañeteo escalofriante al percutir contra la roca.

A partir de ahí, mis recuerdos se difuminan en una amalgama de terror y desesperación; sólo me quedan reminiscencias del nauseabundo olor que desprendía aquel engendro mientras me arrastraba por aquellas galerías subterráneas sin inmutarse por mis gritos de absoluto terror.

Misericordiosamente, me desmayé…

Al recobrar la consciencia, en un sobresalto me vino a la mente todo lo sucedido, pero enseguida pude comprobar que estaba solo. Me encontraba en una oquedad pétrea donde una pequeña chimenea natural proveía de aire y algo de luz a aquel espacio, pero que no permitía la huida dada su estrechez.

Me desgañité inútilmente pidiendo socorro, hasta que la luz fue menguando de manera paulatina, anunciando el final de aquel aciago día.

No soy especialmente religioso, pero recé todo lo que supe encomendándome sobretodo a nuestro San Miguel Arcángel, defensor de los moribundos, para que protegiera mi alma, ya que pensaba que, en breve, ésta abandonaría mi maltrecho cuerpo.

¿Para qué me habría capturado el KaskaKromlech?. Lo primero que pensé y lo que más me aterraba es que fuera su próxima cena. Podía imaginarme vívidamente aquellos sucios caninos desgarrando mi carne viva, a ese monstruo del averno deleitándose con mi sangre. Pero por otra parte, me había dejado con vida,… ¡no podía suponer que la realidad sería aún mucho más cruel!.

El impasse se hacía insoportable; pensé en suicidarme, pero no encontraba la manera de hacerlo. Sólo me quedaba esperar…

Tanteando, intenté varias veces encontrar una salida o algún arma, por precaria que fuera. Finalmente, arañando una pared conseguí desprender una piedra que me ajustaba bastante bien en la mano.

Justo a tiempo… en aquella sobrecogedora oscuridad oí que se desplazaba una inmensa roca que yo había tomado por pared, mientras al otro lado se oían unos gañidos antinaturales. Empecé a temblar incontroladamente… mi mano sudorosa aferraba aquel objeto que se había convertido en mi única y precaria esperanza de sobrevivir a aquel encuentro, cuando una vaharada intolerable me alcanzó en pleno rostro.

Impulsándome con toda la fuerza que da la desesperación le aticé un castañazo en plena jeta…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ammmmmmmossss !!! pero como puede este inconsciente darle con una piedra en la cara a un kaskakromlech!!! Todo el mundo sabe de la apetencia de esta raza arcana por los elementos petreos como comida, otamen o divertimento!! Seguro que le comió hasta el codo!!

Anónimo dijo...

Que salga ya!!! quelpublico se va!!!!