martes, 18 de noviembre de 2008

Quinta entrega

El humo blanco envolvía a Kaskakromlech y su canturreo mientras disponía en orden algunos objetos delante de sí; desde mi posición, pude distinguir un montoncillo de las mismas setas que había recogido en la subida y el trozo de metal que había usado para prender el fuego.

Sin dejar de cantar, se levantó y recogió agua de la balsa utilizando un pequeño cuenco de cerámica y lo colocó junto a todo lo demás. La grulla se mostró indiferente a pesar de que se le acercó bastante.

En un momento dado, cambió de dirección el viento; parecía que se estaba formando una tormenta. Algunos relámpagos empezaban a iluminar la lejanía a la altura de Oskia, cuando Kaskakromlech se envaró y dejó súbitamente de cantar. Se quedó un momento como escuchando, y rápidamente, me volvió a amordazar y desapareció.

El viejo Moug, como él aún se reconocía, resistiéndose a olvidar el nombre que un día muy lejano ganara como adulto, avanzó rápidamente entre las matas; al cambiar el viento le había parecido oír voces humanas y en aquella noche tan especial no quería sufrir ningún percance. El paso del tiempo le había enseñado a obrar con prudencia.

Llegando a la altura de la Urdintxa, se encaramó de un salto a un árbol frondoso y se quedó esperando entre sus sombras, ahorcajado en una gruesa rama. Sólo una pequeña nubecilla de vapor delataba su respiración, otra vez pausada.

Al poco tiempo, les oyó; efectivamente, eran humanos. Se dijo que ningún otro ente era tan desdeñoso con el silencio y los peligros nocturnos. Iban a pasar justamente bajo su posición, así que esperó.

Se trataba de una comitiva fúnebre; le gustaba comprobar que aún hubiera seguidores de las antiguas costumbres, pero demudó su expresión cuando entrevió la mula que portaba el féretro. La conocía; era la mula de Iluna, su única amiga en aquel tiempo. Una profunda tristeza se apoderó de él; recordó cómo había sido su primer encuentro, cuando le sorprendió bañándose en la regata de Sasigar y cómo ella, lejos de asustarse, se le aproximó totalmente desnuda y esperó respetuosa su acercamiento.

Mucho habían compartido desde entonces. Ella sabía confortarle desde el fondo de sus ojos almendrados, consiguiendo paliar ese sentimiento de soledad que nunca le abandonaba, regalándole una caricia o una sonrisa. A Moug le maravillaba la avidez de conocimientos que demostraba Iluna cuando él hacía un preparado de hierbas o curaba una lesión a algún pequeño habitante del bosque.

- Pronto me reuniré contigo Iluna -pensó Moug.

Ya se disponía a bajar cuando detectó que un personajillo de la comitiva venía subiendo a toda prisa por la senda a la vez que se entremetía los faldones de su jubón.

- ¡Esperadme, hijos del demonio! –gritó con los ojos demudados por el miedo

Moug sonrió pensando en Martxel, el cual sí que le estaba esperando en el lugar de la ceremonia.

- Creo que esta noche te voy a sorprender, cachorro –masculló entre dientes mientras bajaba del roble y se perdía a grandes zancadas entre la espesura…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

flipas!! anda que no el Martxel, la que le espera...
Uztai, ¿¿personajillo???? Mecag...

Casa Musurbil dijo...

Jajajajjajaj

Unknown dijo...

La de peña que había por el monte.... casi igual que ahora!

David dijo...

Ala, paquetejodas que Uztai te ha detectado, ente maloliente del averno!!!!

Casa Musurbil dijo...

¡¿Qué me ha detectado?!.
¡Se va a cagar este Uztai!.

Cientos de años vagando por el bosque y a este destripaterrones se le ocurre detectarme; es que el Kaska ya se está volviendo viejo

¡Pero si no me detectó ni la mula de Iluna... Se va a cagar, hombre.