domingo, 30 de noviembre de 2008

Sexta Entrega (vivido por Martxel)

(Segunda parte de la sexta entrega)

Vi regresar a Kaskakromlech cuando ya menguaba la luminosidad de la fogata. Había tenido tiempo de deducir que se estaba preparando para algún tipo de ceremonia en la que probablemente yo era la ofrenda, pero los reiterados intentos de deshacerme de las ligaduras sólo habían conseguido despellejar dolorosamente mis antebrazos.

El monstruo me quitó la mordaza y me soltó del árbol para atarme al tronco de un pequeño boj, de tal manera que me obligaba a estar a cuatro patas frente a la lumbre. Al poco, conseguí adoptar una posición algo más cómoda sentándome sobre los pies y pude tener una visión clara del altar que había preparado. Sobre una losa de piedra había dispuesto las setas, la pieza de metal, un pequeño recipiente lleno de agua y un montoncito de tierra que antes no había notado.

Al otro lado de la hoguera, a la que había añadido más leña, Kaskakromlech parecía abatido; con la cabeza gacha parecía mirarse sus grandes manos peludas.

De pronto, se me ocurrió que aquel ser quizá tuviera la capacidad de entenderme o comunicarse de algún modo y me reproché no haberlo intentado antes, en la gruta.

- Señor -le dije. ¿Qué va a hacer conmigo?.

- ¡Silencio! -espetó con una voz extraña y profunda - vas a ser protagonista de una ceremonia que no ve la luz desde hace milenios. Deberías estar agradecido de tal honor; fuerzas insondables se van a hacer presentes hoy, en este lugar sagrado del valle de Garaño.

Empezó su cantinela, modulando unas frases que yo no entendía en absoluto; euskara desde luego, no era. Supuse que esa lengua hacía muchos siglos que estaba muerta y enterrada, como sombríamente me veía yo en breve.

Mezcló en el agua, la tierra y las setas; le añadió un pequeño carbunclo y con el metal revolvió el preparado hasta formar una masa homogénea. Finalmente, hizo sobrevolar el recipiente sobre el fuego en círculos, mientras modulaba en un tono superior su salmodia.

Me metió en la boca un dedazo impregnado de esa sustancia viscosa hasta cuatro veces comprobando en cada ocasión que efectivamente me la había tragado. El sabor no resultaba del todo desagradable, aunque las setas tenían un regusto un poco amargo.

Asombrado, empecé a notar que mi percepción estaba cambiando; la sensación era parecida a la que había sentido alguna vez en las francachelas que organizábamos de vez en cuando, con la excusa de mantener los antiguos ritos. Sólo que utilizábamos otros estupefacientes, como licores o belladona. Supuse que las causantes eran las setillas… y eran fuertes, doy fe.

El fulgor de las brasas se hizo mucho más acusado, una especie de halo envolvía el fuego y formaba parte de él. Una extraña euforia empezó a invadirme y, por primera vez en bastante tiempo, empecé a sentirme bien.

Me fijé divertido en Kaskakromlech; había iniciado una especie de bailoteo girando rápidamente sobre sí mismo, mientras elevaba sus largos brazos al cielo. Un relámpago atronador rompió en dos el cielo a sus espaldas. El escenario era inasumible; parecía como si otro yo estuviera viviendo esa situación de locura. A mi pesar, estaba disfrutando.

De pronto, todo cambió bruscamente. El engendro detuvo su danza y rebuscó en su bagaje; sacó una planta de buen porte que me pareció belladona, aunque en mi inocencia me dije que su uso no estaba justificado en aquella ocasión y que quizás fuera una alucinación; enseguida me di cuenta de que no era tal. El monstruo empezó a frotarse sus enormes genitales con la planta y doy fe de que su masculinidad iba en consonancia con su porte… para mi mayor desgracia.

Tiró de mis pies con violencia y en un tris me desnudó completamente de cintura para abajo. El maldito enseguida me puso a cuatro patas y metió brutalmente los restos de belladona por mi orificio anal. Yo percibía todo como en una nebulosa y de pronto me vino la idea de que, con la ensalada, se completaba el plato y que lo que quería en realidad Kaskakromlech era cenar un gorrín relleno de verduras; sin poder evitarlo, me entró una risa histérica.

Pero él seguía con su juerga demencial. Me agarró por las caderas y creo que hasta me levantó del suelo, cuando noté cómo se me desgarraban las entrañas hasta el entresijo. El bastardo comenzó a bombear sin tregua; la situación era delirante. Sin embargo, debo confesar que, al poco, el dolor extrañamente se fue convirtiendo en placer. Se me deshizo la mente en pedazos; ¡cómo era posible que la salvaje violación nocturna en pleno bosque, de un semi-gorila ciego de setas pudiera encender mi libido!. Y aquel voyeur zanquilargo completando la escena…

Les confesaré que me derramé casi a la par que él, mientras soportaba su enorme peso sobre mi cuerpo. Me ha costado muchos años asumir mi papel en aquella situación, pero ahora comprendo que era la única manera de consumar lo que yo llamo “la asunción”.

Cuando me soltó, aún tuve temple y fuerzas para escapar. Corrí sin sentido, medio desnudo, arañándome de forma inmisericorde e intentando huir, sobretodo, de mí mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

k wapo, k wapo, k wapo!!!

ves? al final le iba a gustar al martxel...jodio!

Anónimo dijo...

pero..... la belladona en plan ramillete por el culo!!!!!
jajajjjjjjj... no te jode.....

guapisimo!

Anónimo dijo...

jajajja, insuperable, como sobrevivírá martxel despues de esta experiencia? solo se me ocurre el "sobreviviré" de monica naranjo o como mucho el "resistiré" del duo dinámico.....